Mi primer viaje en avión y encima sola
- Macarena Sol Ismach
- 20 feb 2016
- 3 Min. de lectura
Por primera vez tuve que volverme de mis vacaciones familiares para ir a trabajar. Mientras mis padres y mi hermano seguían tomando sol y disfrutando de nuestra amada Mar del Plata, yo debía volver a Capital para reincorporarme a mi trabajo. Así fue que apareció "el problema": viajar sola por primera vez. Había dos opciones: micro -más de seis horas- o avión -menos de una-.

Desde un principio, yo quería viajar en la segunda opción, era algo que me generaba mucha intriga. Nunca antes en mis 20 años me había subido a un avión, jamás había visto uno por dentro -salvo en las películas-.
Pero todo esto tenía un lado negativo, no sabía qué era lo que iba a pasar y eso me generaba miedo. ¿Me sentiría mal? ¿Sentiría falta de aire? ¿Vomitaría? ¿Me bajaría la presión? y otras miles de preguntas que aparecieron en mi cabeza los días previos al viaje.
A medida que se acercaba el día de viajar los miedos iban disminuyendo mucho. Los últimos días casi ni pensaba en el vuelo que se me acercaba. Reconozco que los primeros días llegué al extremo de buscar consejos en Internet sobre tu primer vuelo, los mejores asientos, qué hacer si te sentís mal y bla bla bla.
Llegó el día del vuelo y estaba tan tranquila que me preocupaba, ¿cómo podía ser que estuviera tan tranquila?
Como siempre, llegué casi una hora antes de lo pedido al Aeropuerto de Mar del Plata, hice el check-in en menos de cinco minutos, despaché la valija y a esperar la orden en embarque.
Llegó el momento de despedirme de mis viejos y emprender el embarque al primer vuelo de mi vida. Dato de color: mamá lloraba como si me estuviera yendo 10 años a Sudáfrica.
Luego de pasar por el scanner junto con mi equipaje de mano - rezaba que no me haya olvidado nada metálico dentro del bolso- llegué a la sala de embarque a donde debía esperar para subir al avión.
Lo primero que busqué fue el freeshop -como toda compradora compulsiva- pero antes de preguntar preferí googlearlo y así descubrí que en el mini Aeropuerto de Mar del Plata no hay.

Al momento de subir, me agarró una adrenalina enorme. Miraba el avión a un metro de distancia y lo veía gigante. No me podía creer que esa cosa tan grande me pudiera llevar a mi casa en menos de una hora. Me sentía una nena de cinco años que veía por primera vez un avión.
Con pasaje en mano, emprendí la subida por la escalerita, una vez arriba salude a las azafatas -que no pueden ser más diosas-, busqué mi asiento y me senté.
Durante toda los trámites previos, el embarque y una vez en el avión iba sacando fotos que enviaba a mi grupo familiar de Whatsapp. Creo que estaban más emocionados que yo.
Antes de despegar, leí todo el manual que te dejan en el asiento para cualquier caso de emergencia y presté mucha atención al típico acting que hacen las azafatas en el que te dan todas las indicaciones para cualquier inconveniente.
Cuando llegó el momento del despegué, abroche mi cinturón e intenté relajarme para no sentirme mal. Reconozco que en pleno despegue sentí un fuerte dolor de nuca y una pequeña falta de aire pero a los pocos segundos ya eran recuerdo.
Hacía mucho calor, pero no sé si era yo que estaba nervioso o si realmente hacía tanto calor, no me anime a preguntárselo a nadie.
Luego las azafatas pasaron a entregar el presente para aquellos que deseasen desayunar a bordo. Yo no quise comer por miedo a vomitar. Pero por suerte no tuve ningún problema.

El vuelo se me hice rápido, me la pase sacando fotos desde la altura y a las nubes. Cualquiera que me mirase, se hubiera dado cuenta que era la primera vez que viajaba en avión. Cuando me quise dar cuenta ya estábamos por aterrizar. Al momento de volver a suelo firme, no tuve ninguna molestia comparado con el despegue.
Una vez ya en el Aeroparque, tuve que ir a buscar mi valija a la cinta transportadora que trae todo el equipaje, rezando que no se haya perdido mi bolso.
Mi madrina, emocionada, estaba esperándome del otro lado de la puerta como si volviese de la guerra.
Una vez fuera del Aeropuerto, no me quedó otra opción que ir a trabajar.
GRAN EXPERIENCIA.
PRUEBA SUPERADA.

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